Las artes domésticas son esa compleja trama de servicios, destrezas, tradiciones y ritos con los cuales la familia se construye día a día y crece como cuerpo vivo. Todos, varones y mujeres, estamos implicados en este lenguaje de la casa, hecho de gestos menudos y detalles materiales, con el cual afianzamos nuestros vínculos, expresamos nuestra unidad, y nos abrimos a la sociedad.
Esta escuela de valores humanos y actitudes cívicas adquiere relieve insospechado a la luz de la fe. Jesucristo, en efecto, demuestra tanto en su trabajo escondido en Nazaret como en sus discursos y parábolas, una exquisita sensibilidad doméstica, la misma que emplea para fundar su Iglesia e imprimir en ella aire de hogar. Por este terreno se adentra el presente libro.
Compuesto por breves e incisivos comentarios al Evangelio, busca contemplar el misterio de la salvación desde la perspectiva del trabajo doméstico, tan rico en motivaciones sociales, educativas y artísticas. El autor evita en todo momento aquellas interpretaciones estrechas y machistas que tanto deforman el rostro del hogar, normalmente en perjuicio de la mujer, y que tan ajenas son al auténtico mensaje cristiano. Por el contrario, estas páginas invitan a una lectura creyente y sencilla del texto sagrado, donde palpitan tantas llamadas al servicio mutuo, la colaboración y el trabajo bien hecho. Actitudes todas personificadas en María, ama de casa en Nazaret y Reina del Cielo.
lunes, 6 de mayo de 2013
Presentación, de Teresa Díez Antoñanzas
Hace 27 años que me dedico a las tareas del hogar. Soy ama de casa o,
como me gusta definirme, dirijo mi propia empresa: nuestro hogar. Siempre me he
considerado afortunada por trabajar en lo que más me gusta, a pesar de que “el
hogar parece que gasta, pero en realidad gesta”.
En nuestro hogar hemos aprendido a valorar el trabajo como ámbito donde desarrollar todas tus
capacidades, donde te transformas. He podido descubrir el valor del trabajo en
sí mismo, desligado de su consecuencia lógica, que es el salario, porque éste
es el único trabajo donde no se cumple la máxima: “todo trabajador merece su
salario”. De hecho, las amas de casa no formamos parte de la población activa.
Estamos al mismo nivel que los niños o los ancianos. ¡No aportamos ningún bien
a la sociedad!
A veces me he planteado subir a casa de mi vecina-amiga, (madre de 8
hijos) y que ella baje a mi casa, y sólo por este “intercambio” de hogares,
ambas recibiríamos un salario. Ambas seriamos consideradas población activa.
Ambas aportaríamos un bien a la sociedad. El único problema es que las dos
preferimos quedarnos donde estamos, ninguna quiere dejar su hogar en manos de
la otra. Aunque no nos importaría nada que se cumpliera lo que tantas veces
solicitó el beato Juan Pablo II, el reconocimiento de este trabajo a nivel
social. Con leyes que faciliten un salario, una jubilación. Quizá algún día…
Alguien puede preguntarse: ¿por qué elegiste quedarte en casa?, la
respuesta contiene un secreto….la decisión la tomamos mi marido y yo hace 27
años, antes de que fueran llegando nuestros 7 hijos, y de mutuo acuerdo. Con
plena libertad decidimos hacer hogar, crear un ámbito donde desarrollar nuestra
futura familia y pensamos que el mejor modo era crearlo desde dentro, siendo
esposa, madre y ama de casa (por este orden). A estas alturas no sabría decir
si yo he hecho este hogar o si él me ha hecho a mí. Sólo puedo afirmar que
gracias a Alfonso, mi marido, nuestro hogar es lo que es, aunque él haya puesto
muy pocas lavadoras en éstos años. Nosotros somos los padres de este hogar,
pero por encima de nosotros está la madre-hogar, que nos ha gestado a todos.
¿El secreto de por qué decidimos que yo fuera “sólo” ama de casa?
Nunca he querido contarlo para no provocar la envidia en mi entorno… Aunque la
razón fundamental es que no sabía expresarlo, no encontraba palabras para
contar mi secreto. Ya las he encontrado. Están escritas en este libro. Pablo
Prieto ha puesto palabras, y alma, a lo que cada día se vive en un hogar: “Dios
se muda a nuestro domicilio y se sienta a nuestra mesa”. Por eso nunca he
querido estar fuera de mi casa, no sea que Dios viniera a nuestro hogar y se
encontrara la comida sin acabar o la mesa sin poner.
Teresa Díez-Antoñanzas González
Coautora
del libro Pijama para dos,
con su
marido Alfonso Basallo
Sinopsis breve
Las
artes domésticas son esa compleja trama de servicios, competencias, destrezas,
actitudes, hábitos, tradiciones y ritos, con los cuales el hogar toma
conciencia de sí, configura su rostro y celebra su hermosura. En estas tareas
la familia aparece como lo que es: comunión de personas y —en palabras de Juan
Pablo II—, “primera y fundamental realización de la Iglesia ”.
Se
trata, por otra parte, del trabajo ejercido por más personas en el mundo, sobre
todo mujeres, y que esconde una mina de valores humanos y sabiduría pocas veces
reconocidos como merecen. ¿Cómo no meditar, por tanto, las abundantes
referencias que el Evangelio hace a este ámbito de la vida? No sólo en su
trabajo escondido en Nazaret sino también en sus discursos y parábolas, Jesús
demuestra una exquisita sensibilidad doméstica, la misma que emplea para
fundar su Iglesia e imprimir en ella aire de hogar.
Este
es el terreno por donde se adentra el presente libro. Compuesto por breves e
incisivos comentarios al Evangelio, busca contemplar el misterio de la
salvación desde la perspectiva del hogar. Perspectiva, cómo no, eminentemente
mariana, pues en María se encuentran íntimamente unidos, por designio de Dios,
su papel de corredentora y su oficio de ama de casa.
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